El pasado 29 de octubre de 2024, hace casi un mes, se produjo la mayor catástrofe natural de la historia de España en cuanto a pérdidas humanas. A día de hoy, si los datos no me fallan, la cifra de personas fallecidas asciende a 230: 222 en la provincia de Valencia, 7 en Castilla La Mancha y 1 en Andalucía.
La causante fue lo que se ha dado en llamar DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). Unas lluvias torrenciales que llegaron a descargar 200, 300 y hasta 500 mm (milímetros o litros por metro cuadrado).
Algunos científicos como Antonio Turiel (Centro Superior de Investigaciones Científicas) hace tiempo que muestran su preocupación por estos fenómenos. El 30 de octubre hizo una serie de apuntes que me parecen muy interesantes.
En su perfil de Twitter (X) pone énfasis en varias cuestiones sobre esta DANA: la sinopticidad, la recurrencia, la globalidad y la cantidad.
Os invito a que leáis su publicación enlazada más arriba.
Yo me quiero detener en su afirmación de que nunca antes la cantidad de agua precipitable en la atmósfera había sido tan grande como ahora.
Esto está directamente relacionado con el aumento de la temperatura global del planeta debido al cambio climático. Y con el aumento de la temperatura del agua del Mar Mediterráneo (en el caso de esta DANA) como nunca antes se había visto. Este verano su temperatura media ha sido de casi 28,5º y se ha registrado el periodo más prolongado con este calor en el agua.
Juan Bordera y Antonio Turiel publicaron un artículo titulado “El Mediterráneo al rojo” el 23 de agosto de 2024, apenas dos meses antes de la catastrófica DANA. En él afirmaban que: “El mar Mediterráneo está ardiendo. La temperatura de su superficie supera los 30º C en algunas zonas, y la media en toda la cuenca rebasó los máximos desde que se realizan mediciones. Y lo que es peor, en toda su superficie se están batiendo récords de manera sostenida en el tiempo.”
De esta forma el Mediterráneo va camino de convertirse en un mar tropical. Al igual que nuestro clima.
Ya el 6 de febrero de 2024 el observatorio europeo Copernicus anunció que por primera vez, en un periodo de 12 meses, el planeta se había calentado más de 1,5°C en comparación con el clima de la era preindustrial.
La tierra y el agua están más calientes por lo que se evapora mayor cantidad de agua del suelo y de las masas de agua. Al mismo tiempo la vegetación herbácea, arbustiva y arbórea evapotranspira mayor cantidad de agua también. El resultado, como apunta Antonio Turiel, es que hay más cantidad de agua precipitable en la atmósfera. Agua que caerá o no, pero que está ahí.
Y ahora viene para mí la pregunta del millón ¿y en Extremadura qué?.
La Universidad de Extremadura anunció que habíamos superado los 1,7ºC de diferencia con la era preindustrial, especialmente en el sureste extremeño.
En el caso concreto de la ciudad de Cáceres, el Observatorio de Sostenibilidad con datos del programa europeo Copérnicus constata que la temperatura media aumentó en este caso 1,33ºC durante el periodo 1900-2018.
Según el think tank OIKOS las temperaturas podrían aumentar en Extremadura hasta 1,6°C para 2050 si se mantienen las actuales políticas globales de descarbonización.
Ángel Calle escribía recientemente en el diario HOY que en Extremadura las DANAs nos
vendrán del suelo, en referencia a la pérdida de cubierta vegetal en los mismos y la aridez
derivada del exceso de laboreo de la mayoría de la superficie agrícola.
Y volviendo a Turiel, ¿esto cómo está afectando a la evaporación del agua y, en definitiva, a la cantidad de agua precipitable en la atmósfera?
No he encontrado (si alguien lo sabe estaré encantado de escucharle) ningún estudio que recoja datos de la evolución de la evaporación de agua en Extremadura durante las últimas décadas.
De lo que sí hay datos disponibles es de una zona muy concreta de Extremadura. Sus embalses. Sin que sirva en modo alguno de representación de lo que pudiera ocurrir en todo el territorio extremeño me voy a centrar en algunos de sus embalses más extensos. Poco a poco iré ampliando este artículo y esta información.
No hay datos disponibles (o yo no los he encontrado) sobre los embalses en el Tajo y afluentes por lo que me centraré en los del Guadiana. Concretamente en los dos embalses que mayor superficie ocupan: La Serena, el más grande de España y el tercero más grande de Europa, y Cíjara. Ambos suman una superficie anegada algo inferior a las 10.600 hectáreas.
Lo importante, a priori, no es conocer la cantidad de agua evaporada (que también), sino la evolución de la misma en los últimos años.
En la web del Sistema de Información de Redes Automáticas (SIRA) de la cuenca del Guadiana podemos obtener los datos de evaporación de los embalses que están sobre este río.
He cogido los datos de la última década correspondientes al embalse de La Serena y los datos son los siguientes a fecha de 26 de noviembre de 2024:
Claramente se observa una tendencia positiva en la cantidad de agua que se evapora, especialmente desde el año 2019.
He ampliado la información hasta el año 2010.
Encontramos un pico de evaporación a principios de la década si bien la tendencia es igualmente positiva. Al hilo de las palabras de Antonio Turiel, habría mayor cantidad de agua precipitable en esta zona (aún quedan los datos del mes de diciembre 2024).
Pasando al embalse de Cíjara, los datos de la última década son los siguientes:
La tendencia es claramente al alza.
Si pasamos a los datos desde el año 2010:
Entre 2010 y 2018 sólo cuatro años superaron una evaporación de 65 hectómetros cúbicos anuales mientras que desde esa fecha todos superan la cantidad mencionada.
La tendencia es positiva con un pico en 2010 y otro en 2017.
2023 y 2024 destacan especialmente.
Al observar los datos de los dos embalses juntos encontramos lo siguiente:
Desde 2017 la cantidad de agua evaporada (precipitable) ha aumentado de forma importante en el conjunto de estas 10.600 hectáreas.
A continuación vemos los datos desde 2010.
Como en gráficas anteriores, a excepción de 2010, se observa una tendencia claramente positiva en la zona estudiada.
Repito que no pretende ser un estudio exhaustivo de la situación de toda la geografía extremeña.
La realidad es que en diciembre de 2022 la borrasca Efraín descargó 73 litros por metro cuadrado en Cáceres y 66,4 litros en Badajoz suponiendo importantes inundaciones en municipios como Badajoz, Gévora y la La Roca de la Sierra en la provincia pacense o Madrigalejo, Valdefuentes, Zarza de Granadilla y Montánchez en la provincia cacereña. Igualmente destrozó parte de la carretera nacional 523 entre Badajoz y Cáceres.
El 2 de septiembre de 2023 una DANA dejó en Mérida 51 mm (litros por metro cuadrado) entre otras localidades y 1894 llamadas al 112.
El 19 de octubre de 2023 la borrasca Aline dejó 65,2 litros por metro cuadrado en la ciudad de Cáceres además de diversos daños en la región.
El 30 de noviembre de 2023 cayeron 108,6 litros en Madrigal de la Vera, 99 en Tornavacas, 98 en Piornal, 95,6 en Valencia de Alcántara y 94,2 en Garganta la Olla desbordando cauces y regatos en San Vicente de Alcántara, La Codosera o Alburquerque y provocando problemas en algunas carreteras.
La borrasca Juan, en enero de 2024, dejó importantes lluvias sin lamentar daños personales.
Es importante que las autoridades competentes tomen nota de lo que está ocurriendo, de lo que muestran los datos y actúen en consecuencia pues en Extremadura tiene 30.000 hectáreas en alto riesgo de inundación en las que viven unas 7.000 personas. Los municipios más expuestos son Badajoz, Cáceres, Mérida, Coria, Cabezuela del Valle, Navaconcejo, Aldeanueva del Camino, Plasencia, Navalmoral de la Mata, Villanueva de La Serena, Montijo, Puebla de la Calzada, Baños de Montemayor y y Almendralejo, donde una de sus vías principales, la Avenida de la Paz se encuentra en zona inundable.
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